Avísenle a Jesucristo que Dios lo ha
abandonado.
Puede quedarse en el desierto
si encuentra allí quien le quite la sed
de amor.
Avísenle, por favor;
a su regreso le espera
un beso falso
y la crucifixión.
Avísenle.
De poco ha servido su sermón:
el mundo de hoy
rompe la cara del que ofrece la otra
mejilla
y se ríe, desdentado,
de quien crea en el amor.
La bandera de toda religión
cubre cada mapa
de odio y rencor.
Avísenle que ahora va por cuenta propia
que camine sin más destino
buscando una sonrisa que al final del día
quiera despertar a su lado la mañana
siguiente.
Tal vez ahí encuentre
para él
y para todos
la verdadera salvación.
Avísenle.
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