(Corín Tellado is death)
Triste luto en las peluquerías
Después de Miguel de Cervantes sólo está Corín Tellado, dicen los noticieros y periódicos de esta tarde. A veces me pierdo en el mapa del gusto popular. Y si la voz del pueblo es la voz de dios entonces es verdad que las telenovelas guardan la palabra sagrada en este lado del mundo: esta nueva biblia se ha escrito con la misma tinta con la que Tellado hizo correr ríos que se convirtieron en el más rentable de los océanos (viene aquí el punto donde se habla de 400 millones de ejemplares vendidos después de publicar cuatro mil novelas) títulos tantos que se convierten en olvido de la misma manera que las revistas donde se publicaba cada mes, otra vez, otra nueva “novela inédita de Corín Tellado”. Vanidades es esa revista que trae a manera de folletín cada historia de culebrón nacida de la febril imaginación de esta mujer con aire de condesa y más pródiga que cualquier Balzac.
Vanidades, qué nombre tan bien puesto.
Aquí no valen mariposas amarillas ni regiones transparentes... nadie ha sido tan leído en nuestra lengua como ella. Una mujer sin biblioteca grande ni amiga de presidentes y sin premios en la repisa pero con esa bella habilidad de invitar a leer a los que poco leen y de echar aceite a la máquina de imaginar. Ella, la novelista romántica como le nombran en los obituarios por publicar, punta del iceberg de lo que Vargas Llosa llama “literatura menor” conoció el éxito mayor que tantas obras de literatura (¿acaso mayor?) no verán por fuera de un círculo chiquito de unos pocos buenos amigos.
El romanticismo entonces no es una época, ni una escuela, ni se escribió en alemán. Ya entiendo.
Frente al ataúd – catafalco, diría ella - sería justo ver en el camposanto a sus tantos deudos venidos desde Telemundo, Televisa, Caracol, Erreceene, Venevisión y Telefé con sus ensayadas lágrimas naturales, aprendidas según libreto.
Pero no estarán allí.
Habrá tristeza por Tellado, no sólo entre sus editores, sino en las salas de espera de consultorios varios y, claro, entre perfumes, aceites y tijeras en peluquerías vacías que cantan una balada triste por Corín.
Triste luto en las peluquerías
Después de Miguel de Cervantes sólo está Corín Tellado, dicen los noticieros y periódicos de esta tarde. A veces me pierdo en el mapa del gusto popular. Y si la voz del pueblo es la voz de dios entonces es verdad que las telenovelas guardan la palabra sagrada en este lado del mundo: esta nueva biblia se ha escrito con la misma tinta con la que Tellado hizo correr ríos que se convirtieron en el más rentable de los océanos (viene aquí el punto donde se habla de 400 millones de ejemplares vendidos después de publicar cuatro mil novelas) títulos tantos que se convierten en olvido de la misma manera que las revistas donde se publicaba cada mes, otra vez, otra nueva “novela inédita de Corín Tellado”. Vanidades es esa revista que trae a manera de folletín cada historia de culebrón nacida de la febril imaginación de esta mujer con aire de condesa y más pródiga que cualquier Balzac.
Vanidades, qué nombre tan bien puesto.
Aquí no valen mariposas amarillas ni regiones transparentes... nadie ha sido tan leído en nuestra lengua como ella. Una mujer sin biblioteca grande ni amiga de presidentes y sin premios en la repisa pero con esa bella habilidad de invitar a leer a los que poco leen y de echar aceite a la máquina de imaginar. Ella, la novelista romántica como le nombran en los obituarios por publicar, punta del iceberg de lo que Vargas Llosa llama “literatura menor” conoció el éxito mayor que tantas obras de literatura (¿acaso mayor?) no verán por fuera de un círculo chiquito de unos pocos buenos amigos.
El romanticismo entonces no es una época, ni una escuela, ni se escribió en alemán. Ya entiendo.
Frente al ataúd – catafalco, diría ella - sería justo ver en el camposanto a sus tantos deudos venidos desde Telemundo, Televisa, Caracol, Erreceene, Venevisión y Telefé con sus ensayadas lágrimas naturales, aprendidas según libreto.
Pero no estarán allí.
Habrá tristeza por Tellado, no sólo entre sus editores, sino en las salas de espera de consultorios varios y, claro, entre perfumes, aceites y tijeras en peluquerías vacías que cantan una balada triste por Corín.
Mi mamá me comentó que había muerto; yo no sabía nada (tampoco me altera mucho la vida, esa noticia)
ResponderBorrarLei algunas de sus historias, no me llama mucho la atención ni me gusta la onda 'romanticona"; pero me sorprendente la cantidad de obras que escribió, la verdad, admirable por ese lado.
saludos por acá.
maruh/ allí empatan tantas madres, incluso la mia, tenían la revista dentro de la lista del mercado. Yo, la verdad, no he leído ninguno de sus 4 mil títulos y creo que pasaré de largo definitivamente. Pero allí donde se le ve a doña Corín -que tiene nombre de personaje de sus novelas aunque se llamaba María del Socorro Tellado López- tiene un gran mérito desde ese lado sentimental como Aghata Christie o Paulho Cohelo lo tienen desde otra esquina... hay qué ver cómo contribuyen involuntariamente en la lucha contra el analfabetismo.
ResponderBorrarAños 80s y la revista Vanidades era la revista que compraba mi mamá y su familia. Aparte de las revistas de historietas que se alquilaban en Manrique, era la revista que nunca faltaba. Aprendian croche, bordado y la pasaban con las historias de Corin Tellado mientras al fondo se escuchaba "Pase la tarde".
ResponderBorrarNo recuerdo haberla leído ni una vez pero si se que con su nombre aprendi lo que era seudonimo.
Namarí
Querida Corín:
ResponderBorrarQue no falten los trajes de terciopelo ni los delantales de algodón sobre tu tumba...