EL PAíS dE LAS úLTIMAS CoSAS
Todos aman el olvido porque disipa lo malvivido. Ese es un secreto compartido. Así vivimos aquí, en Amnesialand; el país donde el recuerdo es una forma de tortura que no nos deja en paz. Si olvido escribir esto ya sé que no lo recordarás.
Olvidamos que siembran más minas que semillas. Y la cosecha es de tristeza, muletas, sillas de ruedas y futuros en astillas. Antioquia lleva la cabeza en estas listas de víctimas sin pies que dieron el mal paso de caminar por rutas donde el paisaje es una invitación a estar en paz.
Olvidamos que vive impune la impunidad y un día nos levantamos tristes con noticias de muertes de desconocidos que lloramos como si fueran de la familia; Galán, Garzón, Escobar (Andrés), Echeverri y tantos más, sólo por mencionar algunos de los últimos que no he podido olvidar.
Olvidamos, hermoso deporte nacional, que al héroe de ayer con su gol de minuto 45 lo convertimos en el tirano que hay que desechar fuera de la cancha, fuera del equipo, fuera de la ciudad. Y en política aquel que no cumplió promesas que prometió no olvidar es el mismo por el que vuelves a votar.
Olvidamos nuestros pecados para salir a la calle con la conciencia limpia dispuestos a volver a pecar. Así el aire es más liviano y se puede respirar a pulmón abierto, corazón dispuesto, estrenando sueños de inocencia cordial. Olvidamos, digo la verdad, por comodidad. Que el hambre está en el barrio de al lado, que las niñas todavía son niñas y ya son madres, que una silla vacía en la mesa es el puesto que el secuestrado debería ocupar, que un número tan alto de personas (que sumadas podrían ser un país europeo) tienen el estigma de ser Desplazados y llevan en la frente un nuevo signo de Caín Estamos al borde de nosotros mismos y ése es nuestro abismo.
¿Ya no hay clase de historia en escuelas y colegios? algo grave sucede entonces cuando la memoria no está invitada al aprendizaje más vital. No hablo de fechas, no digo sobre números, nombres y batallas. Hablo de saber de dónde venimos, de comprender por qué somos como somos. Puedes comprender más lo que pasa hoy adentro de una novela como Ursúa de William Ospina que en el periódico del domingo. Un poema breve de Piedad Bonett dice más que un extra de la radio. Sumas & Restas de Víctor Gaviria es necesaria para una radiografía y un relato de Juan Diego Mejía me enseña el Medellín de ayer que también es parte de estos días. Un país resumido en un retrato que pintó Julián Urrego, los juguetes viejos recogidos por el artista Rafael Castaño, las fotografías de Jesús Abad Colorado que visité días atrás me dijeron, en el silencio del museo, que allí también vive un exorcismo contra el olvido.
Te propongo recordar. O al menos, que no se te olvide acordarte que me tienes que olvidar
Proponme recordar amado juan.
ResponderBorrarProponme decir NO a los olvidos imperdonables.
Proponme, por favor, con tu tinta indeleble, con tus palabras fuertes, no ser un cómplice de los deshistoriadores.
Proponme rechazar el pasaporte de Amnesialand.
Proponme recordar, siempre.
Proponme. Yo acepto.
Se nos olvida que tenemos tanto que decir.
ResponderBorrarQue si gritamos quizás podamos ser escuchados.
Que la rutina no es para nosotros, ni el conformismo, ni la indiferencia.
Necesito recordar, quiero recordar.
Hay que hacer que otros recuerden. Textos de Juan y canciones de Pala me dicen que es posible...
Gracias Juanito. Vivir aca es una lucha constante por no olvidar esas cosas de las que hablas, conozco ya a muchos que la perdieron, yo sigo en la lucha y tu me ayudas.Un abrazo.
ResponderBorrarHay cosas que no quisiera olvidar pero que olvido fácilmente porque vivo en esa Amnesialand de la que hablas. Gracias por tus palabras que nos ayudan a recordar a esos invisibles que hemos dejado atrás y tantas cosas que si las tuviéramos en cuenta podríamos hacer algo para cambiarlas.
ResponderBorrarQue buena reflexión. En este país de olvido todo pasa, pero pasa porque los comlombianos nada hacemos para despertarnos del sueño del olvido en el que historicamente hemos permanecido, impavidos viendo pasar la vida, sin intentar siquiera sentirla
ResponderBorrarMe parece que también pasa que los noticieros restriegan y restriegan con su amarillismo los acontecimientos y hasta que nos sabe a cacho no lo sueltan...
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