domingo, noviembre 23, 2008

(Mi motivo para marchar el 28 de noviembre)

TERESiTA

Teresita. Teresita se llama ella. Ya son años de conocerla. Podría ser mi abuela, tanto así que siento en ella la mirada de mimamita: con ese eco de profunda ternura mezclada con tristeza profunda.

Varias veces la he acompañado a levantar la pancarta con el rostro de su hijo desaparecido. Ella nunca ha dejado de ir, los miércoles primero y los viernes después, al atrio del templo de La Candelaria a reclamar voz en cuello por el regreso por los secuestrados del país… con el dolor de madre que no puede serlo porque no hay hijo para ejercerlo. Teresita sólo tuvo la certeza de no tener certeza.

Un sábado me acompañó a un barrio sin calles y alli la vi abrazar a un hombre, desmovilizado, del bando paramilitar, de los que le quitaron el pedazo de vida que ella más quería. Y habló en voz alta de reconciliación y perdón. Decía que la única reparación que espera, como víctima de esta guerra, es escuchar la verdad sobre el destino de su hijo. Ningún cheque sanará sus heridas, sólo la verdad puede hacerla libre como hace años no lo es, aunque no sea su cuerpo el desaparecido. Pero es que le han raptado el espíritu. La están obligando a perder la esperanza con amenzas pero ella no la pierde aunque ya perdió lo que más quería. Cuando la veo no me resisto a cargar entre mis brazos su cuerpo diminuto de gran corazón. Ella dice que la levanto del suelo al cielo como hacía su hijo con ella. Luego las lágrimas, a los dos, nos ponen los pies en la tierra.

Me dijo, hace días, que supo, por fuentes ciertas, que hay testigos que vieron el cuerpo de su muchacho flotando por el río Magdalena con aves de carroña agujereándole el pecho con sus alas abiertas como malos vientos.

Teresita sólo quiere que los verdugos (que hoy están sentados en un largo proceso de confesar o canjear culpas y secuaces y destierros y crímenes atroces por bajas penas) le admitan, de una vez por todas, que a su hijo no lo verá más ni lo podrá enterrar.

Sólo eso, de verdad, le dará paz. Aunque nadie podrá decir Paz en su Tumba al hijo ausente.

La verdad, sólo la verdad dicha por labios capaces de asesinar, le dará paz a Teresita Gaviria.

lunes, noviembre 17, 2008

(Paisaje de pirámides colombianas )

…de eso tan bueno no dan tanto…

La base sobre la que se levanta una pirámide no es la ingenuidad o una pila de incautos: es la codicia. El deseo nacional de acostarse pobre una noche y despertarse rico a la mañana siguiente. Así, sin esfuerzo, perpetuando como virtud aquello que es defecto, esa frase que es excusa de ladrón: “el vivo vive del bobo”. Y patria boba es la misma que no aprende del dolor vivido. Porque esa misma manera de ser, hijos del mínimo esfuerzo, fue el ingrediente natural para que el narcotráfico y la corrupción fueran parte de la bandera nacional.

El paisaje de pirámides colombianas es cierto: pueblos enteros dejaron de sembrar alimentos porque esperaban cosechar únicamente la renta de lo invertido después de tener todo vendido. Familias apostaron el fondo de la educación de sus hijos y no saben cómo enseñarles que perdieron eso que no tenían y llamaban futuro. Afuera de las oficinas cerradas se llora por pensiones que no volverán como tampoco lo hará la promesa de dividendos y rendimientos (del 350%), no te miento.

Vidrios rotos, cajas vacías, manos agitadas, gritos heridos, pancartas de apoyo, pancartas de denuncia, policías rompiendo filas, todos son protagonistas y testigos de la levedad del peso. Un gobierno llegando tarde y, cruzando la calle, sentado en una banca en la acera de en frente el gerente de un banco tiene la sonrisa intacta. Mientras, como houdinis, algunos faraones de estas pirámides lograron el acto del escapista dejando por pista la hoguera de disturbio tras el negocio turbio.

En una oficina de capital alguien le ve a todo esto el lado positivo: ya no hablan de falsos positivos aunque el lado negativo sea el coro insistente del bolsillo vacío. Otro escándalo vendrá mañana para ahogar un poco a este que hoy no se deja de comentar, eso es seguro. Tal vez se llame invierno porque no hay nada nuevo bajo el sol. Lo que ya pasó volverá a pasar y la noticia regresará como boomerang: aviones, pirámides… otro nombre le darán a esta excusa para cruzar el desierto de los días en busca de un oasis que te arregle las finanzas de la vida. Sólo veo una certeza después de las (tantas) promesas: si no aprendemos de los espejos, seguro nos perderemos en el próximo espejismo.

jueves, noviembre 06, 2008

(el holocausto de El Palacio de Justicia)

23 años después

Hay fuegos chiquitos que nunca se apagan
hay fuegos que mientras menos los ves más queman
hay fuegos en la memoria que hacen humo la amnesia
23 años después
las llamas no son ceniza todavia
aunque sople el viento del olvido
23 años después
la voz de los desaparecidos se escucha
sobre los himnos de guerra
no cesó la horrible noche
23 años después
el Palacio sigue ardiendo
en el corazón