El video. La lágrima. Las palabras cautivas. La selva detrás de un plástico azul. O verde. O un cuerpo de cuerdas como red trenzada de angustias. Los hombres de rostro pálido por paludismos y sequías de hambre recitan el mensaje a sus familias mirando a una cámara en frente que les apunta de la misma manera que el fusil de quien les graba el testimonio que nombran como prueba de vida pero que no es más que una constancia de que existen los fantasmas, porque se les ve como muertos respirando desde ese lugar oscuro que llaman secuestro. Los uniformes. Los saludos a los hijos que escucharon crecer por radio. Los encargos a las esposas, a los primos, a los padres, a las hermanas. Las gracias a los vecinos. La tristeza posible. Los abrazos rotos. Uno a uno nueve seres humanos desfilan con su sombra de ausencia a consignar que le temen más al olvido que a la misma selva. Policías. Militares. Once años algunos. Nueve años otros. Nadie les devolverá ese tiempo. Y no estarán más cerca por mucho que repitan una y otra vez los mensajes personales por tevé. Mensajes que me hacen cambiar de canal. Y que los veo tan íntimos que no comparto el morbo de pasarlos por cadena nacional. Trapitos limpios para colgar en casa y no via satélite para atrapar con rating el placer de los voyeuristas del dolor. El video. La lágrima. Las palabras cautivas. Voces entrecortadas. La selva detrás de un plástico azul. O verde. O un cuerpo de cuerdas como red trenzada de angustias...
Hoy los rostros del rapto volvieron a hablar: General Luis Herlindo Mendieta, Capitán Enrique Murillo Sánchez, Coronel William Donato, Sargento Arbey Delgado, Coronel Edgar Yesid Duarte, Mayor Elkin Hernández , Sargento Luis Alberto Erazo, Intendente Álvaro Moreno ,Cabo de Ejército Libio José Martínez. Que me alegra que se alegren sus familias pero hoy no quiero ver su dolor en directo a full color. Intimidad rima con dignidad, también con privacidad.
Por hoy prefiero eso, nada más.