Hay películas así: en las que lloras, aplaudes, casi gritas, casi callas y sonríes con los ojos húmedos aún. No necesariamente sucede en este orden, pero sucede, con The Help. Y también (me) pasa que no se puede ser indiferente a ciertas historias teñidas por el color de la piel. Esta película (aquí titulada "Historias cruzadas" o "Criadas y señoras") es el relato de las "esclavas domésticas" en años en que ya se ha abolido la esclavitud pero no se ha disuelto la política de segregación racial al sur de Estados Unidos.
Allí, cuando nombres como Martin Luther King Jr. y Malcom X tienen plena vigencia y aún respiran, en medio de juegos de bridge y compromisos de sociedad de la clase alta -blanca- del sur de Estados Unidos las negras la ven oscura. Justo en un clima así, con el Ku Klux Klan como telón de fondo y las balas que asesinan a Kennedy es que te encuentras con una esta pequeña master piece que narra en tono menor, íntimo, una realidad que -aún vestida con el traje de la ficción- es tan universal como la declaración universal de los derechos del hombre.
Mujeres sumisas, ocupadas en su oficio diario de doblar la espalda y limpiar el hogar de una sociedad que las considera sucias, un día levantan la mirada con la fuerza que da la dignidad. Cuentan su historia: ellas crían, alimentan y velan por niños que sus madres prefieren ignorar como quien cierra los ojos para suponer que un bebé no existe. Una periodista encuentra la oportunidad de escribir una historia jamás contada: la suya. Todo esto es una suma de confesiones.
Emma Stone, Viola Davis, Octavia Spencer (y las demás en esta brillante historia coral) brindan actuaciones preciosas y precisas, emocionantes y contenidas. Tu lo sabes: la realidad no puede resumirse en una fotografía en blanco y negro, menos aún si hablamos de las cicatrices del racismo.
En The Help el asunto es este: alguien, a oscuras, se mira al espejo. Decide enfrentar la realidad: prende la luz.