jueves, julio 26, 2007

(palabras de otros )
Federico García Lorca me habla al oído con palabras pronunciadas en papel de 1929. Me habla en la madrugada mientras el viento calla y los gatos de los suicidas han perdido algunas vidas. Cruzo la línea de calendario que divide un miércoles de un jueves y sigue siendo para mi esta misma hora discreta en la que dormir es un verbo ajeno que otro conjuga. Mi memoria se parece a mi olvido, es decir, no me abandona y el tesoro de mis ojos son los paisajes que he visto. Un nombre siempre será conjura contra el silencio. Sé que estoy vivo aunque el espejo insista en reflejarme como un muerto. García Lorca me ha visto desnudo con sus ojos de ausencia, yo me miro desde afuera y sin piedad, ya llega la luz del alba y en algunos lugares sigue siendo noche. También he sentido húmeda la mirada y mis dedos han salido a cazar algunas lágrimas en el rostro... nunca había visto sangre más transparente entre mis manos. Nunca.
Colombian people, southamerican dream, transmitiendo desde el país del sangrado corazón de jesús.
CIUDAD SIN SUEÑO (NOCTURNO DEL BROOKLYN BRIDGE) -Federico García Lorca-
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas. Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Hay un muerto en el cementerio más lejano que se queja tres años porque tiene un paisaje seco en la rodilla; y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.
No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas. Pero no hay olvido, ni sueño: carne viva. Los besos atan las bocas en una maraña de venas recientes y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.
Un día los caballos vivirán en las tabernas y las hormigas furiosas atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.
Otro día veremos la resurrección de las mariposas disecadas y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero, a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato, hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan, donde espera la dentadura del oso, donde espera la mano momificada del niño y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.
No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie. No duerme nadie. Pero si alguien cierra los ojos, ¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
Haya un panorama de ojos abiertos y amargas llagas encendidas.
No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie. Ya lo he dicho. No duerme nadie. Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes, abrid los escotillones para que vea bajo la luna las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.

miércoles, julio 04, 2007

(una opinión)

Canción del Eterno Retorno

Invitación a salir a la calle a la Marcha contra el Secuestro en Colombia y por la devolución de los cuerpos de los ejecutados en cautiverio. El luto de las camisas blancas. Acompañando a los ausentes.

Tiene la voz de un niño, el rostro de un niño, el cuerpo de un niño, la edad de un niño y la mirada cansada de un anciano con lágrimas viejas. Se llama Johan Esteven Martínez y tiene casi once años, aprendió a leer con las cartas que le escribió su padre desde una dirección que nadie conoce, un hombre que apenas ha conocido en fotos y en la voz de su mamá que le ha contado que esa ausencia que los acompaña desde hace casi diez años es el vacío de su padre secuestrado, el mismo que el niño ha visto hace poco en un mensaje televisado de pocos segundos que confirma la supervivencia de un hombre perdido entre la selva, el olvido y la oscura conciencia de la guerrilla de las FARC. Johan llora cuando lee la palabra Cautiverio y no hay diccionario que le enseñe el significado de las ocho letras que juntas dicen Libertad, eso sólo está en el rostro de su padre a quien nunca ha podido acariciar.

Teresita Gaviria se llama ella, llevo años conociéndola, podría ser mi abuela, varias veces la he acompañado a levantar la pancarta con el rostro de su hijo desaparecido. Ella nunca ha dejado de ir los miércoles al atrio del templo de La Candelaria a reclamar voz en cuello por el regreso por los secuestrados del país… con el dolor de madre que no puede serlo porque no hay hijo para ejercerlo. El sábado pasado la vi abrazar a un hombre que simboliza el bando paramilitar de los que le quitaron el pedazo de vida que ella más quería. Y habló en voz alta de reconciliación y perdón. Decía que la única reparación que espera, como víctima de esta guerra, es escuchar la verdad sobre el destino de su hijo. Ningún cheque sanará sus heridas, sólo la verdad puede hacerla libre como hace años no lo es aunque no sea su cuerpo el desaparecido. Pero es que le han raptado el espíritu. La están obligando a perder la esperanza. Me dijo que hace diez días supo del cuerpo de su muchacho flotando por el río Magdalena con aves de carroña agujereándole el pecho con sus alas abiertas como malos vientos. Teresita sólo quiere que los verdugos que hoy están sentados en un proceso de confesar le admitan de una vez por todas que a su hijo no lo verá más ni lo podrá enterrar. Sólo eso le dará paz.

La cama del que no regresa sigue enfriándose mientras está en llamas el pecho del que lo espera. Hablo de gente común que no leeremos en la prensa de mañana, que convirtieron en mercancía (916 conductores, 740 agricultores, 431 amas de casa, 503 estudiantes… todos ellos secuestrados) pero también de la suma macabra que se completa con escudos para un intercambio: políticos, militares, periodistas y otros oficios de alto riesgo como ya les llaman. Hoy no abrirán al atardecer la puerta de su casa 3.143 personas, el secuestro también es eso.

Hablo de un niño nacido cautivo hace tres años, hablo de once cadáveres secuestrados después de cinco años muertos en vida. Hablo con números pero no hablo de números, hablo de gente con nombre, historia y familia. Hablo porque en esta guerra la palabra es mi única munición. Hablo porque callarse es permitir un silencio más propicio para el eco de las balas. Hablo porque el miedo en la garganta ya se hizo cáncer en esta nación. Hablo porque ellos, los que no están, no están solos. Tampoco los que aguardan su regreso. Y escribo esto para que mi esperanza no se canse de esperar.

Y caminaré mañana en la calle con todo aquel que no conozco y es hermano mío. Caminaremos las ciudades por aquellos que deambulan en los montes, caminaremos libres por los encadenados, caminaremos mientras podemos decidir hacerlo. No camino para conmover a nadie que cobardemente se esconde detrás de las armas, no soy tan ingenuo, camino porque soy yo el conmovido, porque creo aún en el derecho que tenemos de velar a nuestros muertos. Porque quiero decir que no estoy de acuerdo con esta ausencia forzada y pido un acuerdo para permitir el regreso.

Caminaré en esta marcha porque puedo. Y debo.