martes, junio 24, 2008

(...)

Puntos suspensivos

…Escribir. Por necedad o necesidad. Escribir con la urgencia más urgente que te acerca y te aleja de la gente. Escribir como único verbo que invita a la acción, como primera y última devoción. Escribir porque entre el latido y los dedos reconoces la obligación de la misma manera que el silencio también está en la voz. Escribir con sed y bajo el sol, también a la sombra del árbol mayor. Escribir con la certeza de ser parte de tu propia conspiración. Escribir como última religión. Escribir con odio. Escribir por amor. Escribir con la prisa a favor y también con la pausa por timón. Escribir para tejer telarañas que rompe el viento después. Escribir para recordar que somos olvido y tal vez. Escribir para encontrar la mirada perdida. Escribir porque es una cita. Escribir porque es el encuentro con uno mismo y también con el abismo. Escribir una lágrima para leer una sonrisa. Escribir a primera vista. Escribir desde la oscuridad del ciego para encontrar luz en mis manos…

viernes, junio 20, 2008

(Nómadas involuntarios)

VÍCTIMAS. Biografía de la melancolía.


Colombia tiene 3´300.000 personas desplazadas por la violencia (refugiados de guerra) que caminan país adentro su tristeza profunda. El más numeroso del planeta. Parias de su pueblo que sueñan con la tierra perdida y que quieren regresar al lugar de donde nunca debieron huír... Dejo aquí 2 miradas con los mismos ojos sobre el retorno necesario.


UNO

Volver no es un tango, es un sueño mil veces repetido. Dicen algunos que los muertos vuelven sobre sus pasos antes de partir. La verdad es que muchos vivos quisieran volver sobre sus mismos pasos para seguir viviendo, porque ya están cansados de partir. En el Nuevo Diccionario Cotidiano la necesidad de cambiar la palabra Desplazado por Retornado es ya una urgencia. Volver, volver, volver a ese lugar en el que no está el cuerpo pero si el cariño y todo aquello que llamaban destino. Todavía eleva sonrisas una cometa, todavía vuelan cartas, todavía las palomas llevan mensajes a los que no ves. Todavía es tiempo porque creemos en la dignidad y en la vida.

El retorno, el eterno retorno, lo lleva una canción silbada, un sueño de medianoche, una conversación de vecinos, el sabor de una receta hace años aprendida, el mismo vestido de la huída… Ellos, estando aquí, vuelven a su pueblo todos los días cuando la imaginación y la nostalgia se encuentran en la misma vía. Y la esperanza no se cansa de esperar el día en que se pueda regresar.

...Tantas cosas suceden a un corazón de distancia.

DOS

¿Cuántos recuerdos me llevan de vuelta al lugar donde partí? acostumbro en las noches regresar a mi cama, la que dejé hace tiempo, cuando me acuesto en esta otra cama y mientras duermo regreso en sueños a ese lugar que para mí se llama paraíso. Salimos de allí sin querer, salimos buscando paz y lo más parecido se llama Pacífico, donde todos los días la vida también está por empezar. Aquí tengo una casa que no es igual a la que llamaba hogar pero que es lo único que encontré cuando di todo por perdido.

No quiero que me digan Desplazado, no quiero que luego me llamen Retornado… sólo quiero que mi nombre sea suficiente para ser parte de mi pueblo, allí donde todos somos familia sin importar el apellido. No quiero que me descubras en listas negras, quiero que me encuentres trabajando en la vereda y seguro te invito a que nos tomemos juntos un cafecito, un aguadepanela.

¿Sabés? quiero volver a donde sea cierto que es verdad lo que pudo ser.


lunes, junio 16, 2008

(Adela en el carrusel)

Rezo por vos

La vida de Charly García toca sobre teclas rojas. En blanco y negro sólo su bigote bicolor que ya es amarillo. ¿Esta es la partitura de una despedida?

Kill Gil sigue en la gaveta, dejó caer del bolsillo filosofía barata y calza zapatos de goma. El tipo está verde, no lo dejan salir, grita con insistencia: “yo no quiero volverme tan loco” pero ya está vestido de rojo. Anda buscando un símbolo de paz, la ruta del tentempié, sin embargo ha vuelto a caer víctima de soledad, víctima de un mal extraño… es parte de la religión, comprueba que los dinosaurios pueden desaparecer en el aire.

Ya pasó El Aguante, Charly García no sólo vive adentro de sus composiciones sino que literalmente vive sus canciones: acaba de protagonizar, otra vez, Demoliendo Hoteles. Y uno podría empezar a pensar que sus canciones están llenas de premoniciones, de la misma manera que quien conoce al suicida interpreta cada gesto cotidiano como una despedida. Es la hora del colapso; una gran estrella supernova convirtiéndose en agujero negro. Igual, él inventó la profesión de estrella de rock en Latinoamérica y -ahora vemos- también su decadencia.

Charly dice: No toquen, no quiero que me toquen... y el rap de las hormigas se le sube por todo el cuerpo. La sal no sala y el azúcar no endulza. En la imagen del hombre atado a la camilla sin güisky ni rivotril pocos rastros quedan de su influencia en generaciones que, sencillamente, le dicen Say No More, plis. Sus actos tienen poco de excentricidad y mucho de sinsentido. Yendo de la cama al living te tropiezas con el fantasma de Canterville.

Una línea rota va de baires a Colombia: un boxeador salido de Palenque da golpes contra la locura, la drogadicción y el olvido. Antonio Cervantes es el campeón mundial que sólo adentro de su cabeza vive días de gloria. No puedo dejar de pensar que Charly García tiene idéntica sombra en este ring y se ha convertido en el siguiente Pambelé. Cerca de la revolución el pueblo pide sangre… rezo por vos.

martes, junio 10, 2008

(lo que ves en tevé)

El Cartel

Un disparo, dos disparos, tres caletas, cuatro cargamentos, cinco disparos, seis paquetes, siete sapos, ocho explosiones, nueve fincas, diez padrenuestros, papá... ¡coronamos hijueputa! La historia de este país la están contando del lado equivocado, que también es el lado acostumbrado: desde atrás del gatillo y no después del cañón. Aquí hablan los verdugos y callan las víctimas porque pocos escuchan la voz de los ausentes.

Ahora está de moda en Colombia poner el televisor cada noche para ver El Cartel, adaptación de un libro escrita por su autor para la tevé. El libro se llama “El cartel de los sapos” y el autor pasó de narco a guionista después de pasar pocos meses en una cárcel de Miami antes de convertir su discutible testimonio en best seller conseguible en cada semáforo. La historia de un delator que subió a mano derecha del cartel del valle, casi omnipresente en las guerras contra Escobar y entre los carteles y partícipe en la seducción de la corrupción que convierte en malos a los (pocos) buenos policias y quien todo lo logra a pesar de su alergia a disparar. Probó “finura” sin que nadie le pregunte cómo, sólo su ochentera ropa fina lo retrata. Andrés López López se llama (¿por qué nadie lo conocía si estuvo a la diestra de cada extraditable del Cartel del Norte del Valle?) Esta es la nueva versión de la realidad que los jóvenes que no crecieron al arrullo de los carrobombas están dispuestos a aceptar. No falta quien crea que todo lo que se ve en la pantalla es verdad. La ingenua ignorancia siempre tiene pereza de preguntar. Incluso si la mujer de sus sueños orina de pie.

Si pasas los ojos sobre la lista de los libros que popularmente se llevan a casa encontrarás que (salvo la bella excepción de El Olvido que Seremos de Héctor Abad) la regla confirmada es que la biografía nacional la redacta el que escribe con sangre y no con tinta su visión particular. Son literatos consultados el traficante, el guerrillero, también el paramilitar y el computador con copyright que acaban de incautar. Si lo veo bien hay poco de que lamentarse; lo que sucede hoy sólo es una consecuencia natural del morbo tradicional que privilegia el chisme antes que el argumento racional. Pero hoy, como nunca antes en esta violencia que no nos deja dormir y nos acecha al despertar, la voz de los callados –o mandados a callar- también se ha empezado a escuchar.

Dicen que la historia la cuentan los vencedores. Pero esta batalla la han perdido ellos; en sus cárceles y en sus tumbas, en la riqueza pasajera del dinero sucio está la demostración. Si, en esta necesidad de escuchar la Verdad, creemos que la luna sólo ilumina con su lado oscuro entonces habremos perdido todos…

PD/ Tres libros que pueden ayudar a entender la Colombia contemporánea en la que nos tocó vivir y resucitar: “Jamás Olvidaré Tu Nombre” de Patricia Nieto, recoge testimonios de víctimas de la violencia paramilitar escritos por ellos mismos luego de talleres de duelo. “Profeta en el Desierto” de Alonso Salazar, reconstrucción de los últimos años y muerte de Luis Carlos Galán justo antes de llegar a Presidente. Ah, y ya lo dije: “El Olvido que Seremos” de Héctor Abad Faciolince contando a su padre asesinado el médico defensor de los Derechos Humanos Héctor Abad Gómez.
Bonus Track: “El Palacio sin Máscara” de Germán Castro Caicedo, viaje a la intimidad del enigma que fue el holocausto de la toma y contratoma del Palacio de Justicia hace veinte años…. Algunos libros llevan adentro más certezas que “mil investigaciones exhaustivas” juntas.