lunes, abril 13, 2009

(Mario Rivero, 1935-2009)

BALADA DE LOS POEMAS DE INVIERNO

Este hombre no era un hombre: era un espejo. Reflejó su tiempo que también es el nuestro y le dió aire nuevo y también vida a la palabra poesía. Murió en domingo de resurección. Justo así nos deja, como en un haikú. Un tango de Gardel lo llevó a la noche y la noche se le quedó adentro dias enteros y de allí nacíó tanta luz en Mario Rivero. Fue (y será) de Envigado como Fernando González y supo volar en su propio viaje a pie. Tuvo la sana costumbre de no ser costumbrista en sus escritos y abrió una puerta y tantas ventanas por las que hoy día muchos no se cansan de cruzar porque sus versos no buscaban a la luna sino al esquivo calor de una bombilla: ese domesticado sol chiquito que también sabe dejarnos en penumbra por un instante. Como esta partida.

Ha muerto un poeta.
Uno de los de verdad.


UN HABITANTE
-por Mario Rivero-

Este hombre no tiene nada que hacer

sabe decir pocas palabras
lleva en sus ojos colinas
y siestas en la hierba

Va hacia algún lugar
con un paquete bajo el brazo
en busca de alguien que le diga
"entre usted"
después de haber bebido el polvo
y el pito largo de los trenes
después de haber mirado en los periódicos
la lista de empleos

No desea más que donde descansar
uno-por-uno-sus-poros

Hay tanta soledad a bordo de un hombre
cuando palpa sus bolsillos
o cuenta los pollos asados en los escaparates
o en la calle los caballitos
que fabrica la lluvia feliz

Y dentro en la tibieza
las bocas sonríen a la medianoche
algunas se besan y atesoran deseos
otros mastican chicles y juegan con sus llaves
crecen los bosques de ídolos
y el cazador cobra su mejor pieza

1 comentario:

  1. Tu poesía sobre El Poeta sólo equivoca una línea.
    El único vicio que no frecuentan los poetas de verdad -como Rivero- es el de morirse.

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