martes, marzo 24, 2020

EL COMEDOR, AÑO DOS MIL VEINTE


Estaba fría la comida, tanto como la conversación y las miradas frías que se cruzaban de tanto en tanto entre bocado y bocado. Más que una cena era otra ceremonia del silencio, ponerle un reproche a esto sería calentar la sopa. Las piedras que iban a tirar ya habían sido lanzadas y quebraron todo lo que iban a romper: su matrimonio, por ejemplo.
Helaba el ambiente en ese apartamento de ciudad tropical.
Nadie iba a decir pásame la sal, ni qué rico está todo, ni cuánto me gusta esto que hace tiempo no probaba. Nadie iba a servir un vino después. Nadie iba a apostar ahora por un después.
-¡Mañana me voy!
Gritó él.
-¡Es que si no te mata el virus te mato yo!
Gritó ella.
Esa noche decretaron aislamiento social y confinamiento obligatorio. Nunca fueron tan pocos metros esos pocos metros cuadrados del apartamento en que vivían.
Cuarentena.
Larga cuarentena.



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